miércoles, 20 de febrero de 2008

Más sobre Alicia Castañeda Martos

La Cuesta del madero

Es pronto, demasiado pronto para mencionar lo ocurrido. Hablar de Alicia Castañeda en estas circunstancias, tratar de expresarnos, de escribir algo legible, define una imprudencia total, una actitud temeraria porque los sentimientos en su fragilidad y recurrencia brotan y aniegan cualquier razonamiento, toda reflexión. Pero, ¿es que existe alguna en torno del lo inescrutable, del destino sórdido que cual zarpa en ristre degüella la vida?

El desconcierto y la ofuscación nos cubren a manera de velo tenue y empañan la conciencia y el entendimiento. La fuerza de la vida enfrenta a su contraria, ―la muerte― con una marea de emociones dispersas y demandantes. No se puede, es imposible encontrar un punto de sosiego, un rincón de calma ante tal aturdimiento. Pero tampoco podemos silenciarnos como una roca, o callarnos como una piedra, al decir del poeta Javier Heraud.

Necesitamos hablar, decir algo; si la retratásemos, encontraríamos ante todo su sonrisa, pero, en contraposición seriedad con el compromiso contraído y celeridad en el trabajo, como una impronta de vida. La veríamos siempre atenta a otorgar ayuda y apoyo al ser desvalido; también los animales sabían de su cobijo. ¿Qué será ahora de sus tres gatos y de ―la ovejita―, una perrita lanuda?

En los últimos meses ella concluyó con su labor de hurgar por treinta años en los viejos papeles de la Marina, archivo donde coincidimos por algún tiempo, ―amén del colegio y la universidad―, y con esos documentos escribió los perfiles biográficos de cientos de hombres de mar y su trayectoria por la historia naval. Se encargó de redactar y cuidar que todo lo investigado quedase impreso, publicado en un libro, "Diccionario biográfico marítimo peruano", juntamente con el historiador naval Jorge Ortiz Sotelo, tarea que culminó con una presentación oficial del trabajo.

Viajó los dos últimos meses por su amada Europa, continente al que volvió en repetidas ocasiones y con planificados paseos. Los castillos del valle del Loira fueron su primera meta hacia Francia en 1996. En un periplo documentado mediante internet, nos envió, paso a paso su ruta de encuentros y desencuentros; la descripción de rincones, de lugares, y nos dejó sus impresiones, pero sobre todo la alegría de vivir expresada en cada línea.

Antes de su regreso, fotografió en Escocia un puente medieval donde se dio una trascendente batalla y cierta sutil aparición inclinó la victoria del lado cristiano; Alicia hizo la foto del puente, pero no avistó, por la distancia y las brumas, una Cruz erigida en recuerdo de tal hecho. Creemos que no la vio ―la descubrimos como una revelación en la foto― porque ya estaba dispuesto con secreto insondable, como siempre, que fuese el Señor quien determinase su partida, el ascenso sin retorno por la Cuesta del madero. Nombre éste, premonitorio tal vez, de un vino que tomamos en el último almuerzo, ofrecido tan generosamente en su casa, como ignota y serena despedida.

Flor de Marìa Cosio.
26 de diciembre del 2007.